Monday, June 14, 2010

A propósito de una conferencia de Gayatri Spivak

Hace pocos días, en un discurso dado por Gayatri Spivak en una conferencia presentada en la Universidad Libre de Berlín, la crítica relató la vida de su bisabuela en la India para revelar la sabiduría de esta mujer que había logrado lidiar con normas de género estrictísimas de formas que a la misma Spivak le parecían incomprensibles y misteriosas. En el contexto de la aceptación del Premio Nobel, José Saramago abría su discurso afirmando: “El hombre más sabio que he conocido en toda mi vida no sabía ni leer ni escribir”. Era como en el caso de Spivak, uno de sus antepasados, su abuelo.

Los testimonios de ambos me hace volver nuevamente a la falacia de la temática racionalidad-pensamiento europeo, irracionalidad-pensamiento no europeo aparejada con otras dicotomías del estilo que saturan a la academia.

Recordándome mi propia incomodidad frente a la subdivisión disciplinaria, Spivak repitió más de una vez en su conferencia: “yo estoy en contra de los estudios de área”. Porque lo cierto es que a pesar de su intención altruista, es probablemente en los estudios de área en los que se cae más manifiestamente en la falacia que he mencionado.

No es solamente que en ellos se reproduzca la consabida unión entre mundo no-occidental e irracionalidad o no modernidad al estudiar a los países “tercermundistas”, sino que es en estos estudios dónde se exacerba más notoriamente la idea de la posesión por parte del mundo académico europeo de una racionalidad supra-trascendente desde y con la cual supuestamente se estudia la otredad.

La racionalidad es acá toda una gama de discursos científicos y sociales que además de reclamar para europa toda la tradición del pensamiento científico y social de la historia, aparece situada en un bastión elevado que, en virtud de las obras que la han poblado y, escindida de toda hibridez cultural, posee un poder centrípeto que la sitúa como origen y destino de toda forma de pensamiento y de sabiduría humana.

Todo esto bajo la validación de su tono científico y eurocéntrico. Para gente que como yo cree que el de la ciencia, y en su cauce el de la racionalidad, es solo uno de los discursos más mitificados de la historia y que no posee la vía única, elevada, monolítica y progresiva con la que se la concibe, la violencia del discurso sobre la racionalidad se hará clara. Sobre todo, porque reclamando para sí toda forma de sabiduría, el discurso de la racionalidad desvincula a todas las mujeres y todos los hombres de las sociedades más marginadas de todo un camino de producción de experiencia, saberes y progresos que, desde luego, no ha sido recorrido solo por el europeo.

En esta temática yo soy esencialista:, el pensamiento, la racionalidad si se prefiere, es inherente a toda mujer y a todo hombre en su propensión a la libertad y esto ha sido así, probablemente a través de todos los tiempos y, de seguro, a través de todas las culturas.

Spivak recomendaba un proceso de “redistribución de los deseos” de los académicos, con miras a vencer la libido orientalista tan común en sus estudios de área. Yo pediría por lo menos un poco de pudor en la repetición de estas dicotomías en el mundo de la academia.


Tuesday, April 14, 2009

Pensamiento original

Las dos o tres veces que por estar en alguna situación de tesis o evaluación formal, me han hecho algún comentario sobre mi desempaño general como estudiante en la academia, éste no ha tenido solamente un contenido idéntico, sino que ha estado estructurado mediante la misma oración central. El que más recuerdo es el de un informe escrito, pero todos los casos decían algo casi igual a lo que ahí leí: “Paulina tiene un pensamiento original.” Posteriormente, seguían otras ideas  medianamente redudantes como las de que mi pensamiento era independiente, que poseía autogestión y otra cosass por el estilo. Pero ninguna de ellas, lograba enmendar el mal gusto que me había engendrado la palabra “original.”

En parte creo que el “original” es, para la academia, parecido al “interesante”, o sea,  no es mucho decir, pero además, me pesa un poco pensar lo imporobable del hecho de que a un hombre lo juzguen de original en una situación similar.

Thursday, April 2, 2009

Algunas parejas


Con el tiempo, se tengan algunas diferencias de opinión o no, las parejas terminan pensando más o menos igual. Tengo mi propio caso para comprobar que si además uno se dedica a lo mismo se puede entrar, reposadamente, al terreno de los dogmatismos.

Pero además, hay varias parejas que se parecen incluso físicamente. Uno podría organizar un concurso, tipo el más parecido a la mascota, pero que en vez de amo llevando al perro por la correa, apareciera el esposo llevando de la mano a la esposa (o viceversa). En un primer plano - las cabezas andrógenas juntas demostrando su semejanza- el parecido se notaría claramente. Entonces, el conductor, un Don Francisco por ejemplo, increparía con voz de guagua: ¿por qué son tan parecido ustedes, mijos? Y los entrevistados responderían un no sé, risueños e incestuosos.

Tuesday, March 17, 2009

Dictaduras personales


Hay un tipo de persona que siempre me ha fascinado. Aparentemente, son bastante populares y la mayoría del tiempo están felices. Con frecuencia además, si uno se pone a conversar con ellos, éstos cuentan los multiples  halagos que han recibido solo en las últimas veinticuatro horas. De más esta decir que están lejos de ser unos adonis. Sin embargo y para mi estupor, a veces he visto con mis propios ojos las respuesta alabatoria de alguna incauto hacia ellos.

La hipótesis vulgar al respecto es que el tener la auto estima alta reflejan su autoaprecio y amor por sí mismos. Yo no adhiero a esa idea. Creo que ellos establecen una sola manera de relacionarse con ellos y esa es la de situarlos como objetos de veneración.

No es solo que  te repitan los halago recibidos durante su larga vida instaurando el modelo de la relación que se debe establecer con ellos, sino que cualquier otra forma de comunicación no es efectiva. Si, por alguna razón, uno se encuentra tímidamente conversando con ellos y te hacen una pregunta al aire, simplemente no registran la respuesta. Entró alguien, a los lejos, al que debían saludar. O si uno anda mal por algo y te baja por arriesgar confesiones te miran con la vista fija sin desinterés ni empatia y hacen algún comentario que cambia sútilmente el tema.

Entonces es no tener relación o decirles algo bonito Porque ni siqueira es posible que te caigan mal porque como “no son malas personas” seguramente fueron al fuenral del tu abuela si se murió tu abuela o, en el peor de los casos, te pasaron la prueba robada en un examen.

Friday, March 13, 2009

Semimentira fotográfica



Me tienta ver a la fotografía como el contrario de la realidad que enfoca, tal como  la risa mentirosa que aparece rápida en la cara de un hombre impaciente, que espera que acabe  rápido el rito de la foto de rigor en algún evento.

El fotografiado, seguramente, se sentía más indiferente que feliz, pero ni a él mismo, ni al fotografo, ni a la foto –en la cual finalmente aparece sonriendo anchamente- les importa. Lo que importa no es representar al hombre, sino afirmar su felicidad mediante la foto.

Hay algo como la omisión de  medios tonos e incertidumbres en la fotografía.

Siempre se me viene a la mente esa foto de Manuel Álvarez Bravo que se llama “Obrero asesinado”. Frecuentemente, me siento tentada a interpretar la belleza del joven y a juzgar la gratudidad de esa belleza ensangrentada, a preguntarme por su vanalidad. Ahora  pienso en qué incertidumbres niega esa belleza y en qué épica afirmación revela.

Thursday, December 25, 2008

Es una buena persona

El otro día estaba conversando con mi papá y mi hermana en plan crítico de cierto empresario chileno pinochetista. No tengo más reparos que los evidentes contra la persona, tampoco lo estábamos criticando encarnizadamente en el momento, estábamos simplemente haciendo una crítica general de una persona que conocimos por distintos lados. Lo que me impresionó fue esto: en un momento dado le escuché concluir a mi papá que a pesar de todo era una buena persona. Me pregunté qué lo podía hacer una buena persona, o por lo menos, a él especialmente tan buena persona, como para que fuera un atributo que se le pudiera añadir como epíteto. No se me vino nada específico a la mente. O sí. Se me vino una imagen, pero no era la de una persona especialmente proba. La conversación continuó. Mi hermana apoyó: No, si no es mala persona. No se da cuenta de lo qué es o cómo es, “esos” son inconscientes. Entonces me di cuenta que había un nexo entre ambos atributos: bondad e inconsciencia. Más allá de un acción determinada, su bondad se relacionaba más con cierta inocencia esencial. Como él no se daba cuenta de lo que hacía, era una buena persona.

Más allá de un análisis efectivo de la bondad o maldad de dichos sujetos, me llama la atención la frecuencia con que aparece la frase. El otro día la vi en el matinal, Tonka Tomicic declaraba que Leonardo Farkas era muy buena persona y muy sencillo (otra frase interesante). En todos los casos, la expresión parecería reproducir esta noción de bondad como inocencia. Lo más curioso, es que no es solo una frase que se pronuncia. Es una frase que de alguna forma se ostenta y se vive. Si se examina con cuidado o quizás con un poco de suspicacia uno se dará cuenta que la ideología de “es una buena persona” posee tanto influjo en el momento, que hay personas que incluso se “comportan” como buenas personas chilenas; es decir, ostentando su “bondad” “inocente y natural”.

Pocos, creo, discuten este concepto de bondad. Lo cierto es que la frase invita a un placebo general: pronunciarla o aceptarla implica, de alguna forma, entrar en un reino específico de perdón e indulgencia inaugurado por Jesucristo en la cruz:“Perdónalos Señor, porque no saben lo que hacen.”

Saturday, July 26, 2008

Hablar de Borges



Me he sentido tentada a disculparme por hablar de Borges, a excusarme porque a pesar de mis pocos conocimientos sobre el escritor incurro en esta osadía. Esa tentación es en parte de lo que quiero hablar, del “efecto Borges.”



Cada vez que un estudiante o académico cita a Borges en una conferencia o en un congreso hay casi un recogimiento respetuoso. No importa qué es lo que se diga de Borges, aunque parezca una nimiedad, la respuesta va a ser igualmente una risa cerrada celebrando el “ingenio” del escritor. Y el estudiante o académico con un respiro podrá continuar más serenamente su presentación, ya que si ésta no es tan mala, Borges será efectivo como una formula mágica: su palabra habrá creado un espacio de solaz para todos, una tregua de descanso. Porque escuchar a Borges es en parte descansar, ya que la palabra de Borges no se discute, simplemente se “disfruta”. Y no me refiero solo a que fácticamente no he visto a nadie argumentando contra el escritor, sino a que ni la mera posibilidad existe porque Borges es usado perentoriamente: de manera incontestable.



Evidentemente, los méritos de Borges –del Borges que más se conoce, del cuentista– en lograr ese efecto no son pocos. Para mi, él puede ser visto como una excepción. Si se piensa crudamente, los escritores escriben sobre su vida. Sutil o no tan sutilmente subliman su vida, respetando la distancia a la que les permite acceder su real experiencia. Borges, en cambio, tiene una forma especial de escribir. Es como si escribiera “a pesar de sus experiencias,” como si escribiera con puro virtuosismo. No me refiero solo a que no cuenta la historia de su vida, sino que a su escritura evita la experiencia en sí misma. La literatura de Borges crea su efecto al emparentarse más con el conocimiento que con la existencia.



En otras palabras, Borges logra su efecto mediante la creación de un espacio maravilloso, de otro mundo, de un mundo que pretende estar más allá de la experiencia y existir independiente de ella. El error de la academia, por lo menos el de la norteamericana, es tomar este espacio fantástico al pie de la letra y verlo como un espacio más allá del bien y del mal o como un terreno indiscutible de autorización intelectual. No por nada, según Borges, es necesario escribir como si no se supiera del todo qué es lo que sucede. La duda y la extrañeza me redimen de toda responsabilidad. Nunca soy yo el autor, aunque es mío el ingenio de invocarlo o mantenerlo a la distancia.